Materia gris al vacío
Como seamos lo que comemos... lo llevamos claro
(fuente: Consume Hasta Morir)
Usted va a un supermercado y coge unas bolsas de patatas sabor "Grill". Para que no le vendan lo peor, comprueba en la etiqueta que estén fritas con aceites vegetales y no animales. ¿Eligió bien?
La mayor parte de la industria de la bollería y de los productos precocinados usan "grasas vegetales" en vez de "grasas animales", con mucha peor "prensa". Sin embargo, buena parte de esas grasas vegetales provienen del aceite de palma, la segunda grasa más producida del mundo, y una de las más perjudiciales para la salud cardiovascular: su proporción de los nocivos ácidos grasos saturados alcanza nada menos que el 50%, cuatro veces más que la típica de los aceites de oliva o girasol.
La industria nos ha colado de nuevo algo dañino como una alternativa saludable. Estas grasas vegetales, llamadas "grasas trans" fueron creadas por las multinacionales de la alimentación para aumentar aún más sus beneficios a costa de lo que sea. Dice Javier Sampedro en El País (19-11-2006):
« El tsunami de grasas trans que inunda Occidente desde hace un siglo es un invento de Procter & Gamble. Ésa fue la compañía norteamericana que en 1911 lanzó Crisco, la primera margarina vegetal (a veces llamada manteca vegetal, shortening en inglés), y uno de los mayores éxitos en la historia de la industria alimentaria. Su secreto -la mencionada "hidrogenación parcial", que vuelve semisólidos los aceites vegetales- había sido patentado unos años antes por el químico alemán Wilhelm Normann. Al vender los derechos para Estados Unidos a Procter & Gamble, Normann no debió de calcular que su margarina llegaría a desplazar por completo a la manteca y a muchos aceites líquidos en los emergentes sectores de la comida rápida, los aperitivos de bolsa y la bollería industrial. Y aquí ya no hablamos del 3% de grasas trans, como en la leche entera. Podemos hablar del 20, del 30 y hasta del 45%.
La industria tiene dos buenas razones para defender las grasas trans: cuestan poco y duran mucho. Pero los consumidores tienen cinco para no comérselas: aumentan el colesterol malo (LDL), reducen el bueno (HDL), suben los triglicéridos, promueven la inflamación y perturban el endotelio arterial (New England Journal of Medicine, 354:15, 2006).
Es difícil imaginar una lista más completa de riesgos cardiovasculares, y probablemente se podría ampliar con un ensayo clínico aleatorio y prolongado en el tiempo. .... si un hada benigna borrara al químico Wilhelm Normann de la historia del planeta, Europa se ahorraría ahora mismo entre 100.000 y 200.000 infartos y accidentes cerebrovasculares cada año. »
Como seamos lo que comemos... lo llevamos claro.
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