Hay quienes dicen que en lo malo hay algo bueno y resulta optimista, descompresor. Las recetas económicas neoliberales adoptadas (importadas) durante la década de los ’90 impuso más que un modelo económico en el país, impuso modelos de personas que eran lo que consumían y torció la idea: ‘si querés ser feliz, consumí; si querés ser más feliz, consumí más’. Así la sociedad perdió su entidad: lo social se desvanecía, arrastrando con ella valores tan fundamentales como la solidaridad y el respeto por la dignidad y se imponía en ese lugar lo individual, el egoísmo, lo material.
Luego vimos que nos engañaron, que las fórmulas económicas no tenían nada que ver con Argentina, pero el daño estaba más arraigado en el aspecto social. Y la necesidad fue mucha y la gente se organizó. Comenzaron los clubes de trueque en las sociedades de fomento y en las asociaciones barriales: había que cubrir los huecos dejados por el estado en su omisión premeditada.
Las clásicas ferias ‘industria argentina’ comenzaron a resignificar lo olvidado: el colectivo social y su potencial creativo y transformador. A través de estos mecanismos sociales se lograba no sólo la satisfacción de necesidades materiales, sino también el fortalecimiento de un tejido social desgastado.
La herida fue sanando de adentro hacia fuera, se reinstaló la solidaridad y se criticó el despilfarro.
Así, las ferias fueron el salvataje para la sociedad que la sociedad misma generó para no perderse en el espejismo neoliberal. Y adherimos a la idea del brasilero José Maurício Domingues: “la creatividad social (…) realiza siempre su trabajo”1
1. Domíngues, José Maurício. La modernidad contemporánea en América Latina. Bs. As. Siglo Veintiuno Editores, 2009
Luego vimos que nos engañaron, que las fórmulas económicas no tenían nada que ver con Argentina, pero el daño estaba más arraigado en el aspecto social. Y la necesidad fue mucha y la gente se organizó. Comenzaron los clubes de trueque en las sociedades de fomento y en las asociaciones barriales: había que cubrir los huecos dejados por el estado en su omisión premeditada.
Las clásicas ferias ‘industria argentina’ comenzaron a resignificar lo olvidado: el colectivo social y su potencial creativo y transformador. A través de estos mecanismos sociales se lograba no sólo la satisfacción de necesidades materiales, sino también el fortalecimiento de un tejido social desgastado.
La herida fue sanando de adentro hacia fuera, se reinstaló la solidaridad y se criticó el despilfarro.
Así, las ferias fueron el salvataje para la sociedad que la sociedad misma generó para no perderse en el espejismo neoliberal. Y adherimos a la idea del brasilero José Maurício Domingues: “la creatividad social (…) realiza siempre su trabajo”1
1. Domíngues, José Maurício. La modernidad contemporánea en América Latina. Bs. As. Siglo Veintiuno Editores, 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario